miércoles, 22 de septiembre de 2010

Crónica del Llar-I


Aquí os traigo la primera crónica del Llar, sociedad gastronómica de Gijón a la que yo pertenezco hace ya unos 25 años y de la que me hizo socio el bueno de mi padre (Dios le tenga en el cielo poniéndose ciego a marisco) el cual era un gran cocinero y un amante del buen comer y del buen beber.
Puede que estas crónicas no tengan mucho que ver con la montaña pero como nos solemos juntar casi siempre los que vamos de monte y como me piden que las cuelgue en el blog aquí pongo la primera de la temporada que la hicimos el 17 de setiembre del 2010
Esta primera crónica del vicio y el despiporre, arranco el mismo viernes a eso de las seis de la tarde cuando el amigo Rafa (montañero de pro) y yo nos dirigimos a recoger las viandas que teníamos preparadas para el festín de la cena.
Una vez recogido los encargos tanto en la famosa frutería de María José una de las mejores de Gijón donde compramos las ensaladas con sus tomates de Somió y los famosos pimientos del Padrón nos dirigimos a por los estupendos chuletones que había conseguido el doctor (Rafa), una vez recogido todos los encargos nos dirigimos a la sociedad gastronómica donde habíamos quedado con todos a eso de las siete y trenta de la tarde.
Una vez dejado todo en la sociedad y para hacer aún más hambre de la que ya tenemos habitualmente y por naturaleza, nos dirigimos al bar El Estanco en Villamanín, sobra decir que enseguida encontramos una terraza en la que descansar nuestras almas al abrigo de unas cervezas y unas sidras bien frescas.
Transcurrida una hora, más o menos, recogimos nuestra «trompa» y nos dirigimos sin más a preparar la ansiada pitanza.
Los privilegiados a este convite fueron los montañeros: Paco, Carlos, Johnny, Rafa, Ramón y el que escribe y los urbanitas: Guty, Álvaro y Marín.
Una vez instalados en la mesa magníficamente puesta como siempre por el amigo Johnny y servidas las copas con un glorioso cava que nos trajo Ramón, dio comienzo el convite con una buena fuente de quesos asturianos que nos trajo Carlos, compuesta por Gamoneu, Cabrales y la Peral, guarnecido con unos tomates de Somió con ajo y bacalao crudo que quitaba el sentido.
Cuando menos lo esperábamos, entró en escena el «carrusel» de carne a la plancha, todo un festival que no dábamos crédito a tal calidad de carne.
La carne era de ver y no creer, jugosa y de una textura en boca insuperable, con una grasa infiltrada que era puro perfume y que acompañada de los pimientitos de Padrón era algo del otro mundo.
Detrás de la cena un festín de cafés y copas de alta graduación, un poco más tarde mientras jugábamos unas partidinas a los dados con su tertulia inteligente no nos quedó otro remedio que tomar unas ginebras y unas tónicas «on the rock´s», somos sufridores natos.

Salida de la sociedad: 1/30
Vuelta al ruedo y para casa.
Hora de arribada: dato no disponible.
Seguiremos informando.

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